Pese a que el precio de los hidrocarburos en los mercados internacionales está en niveles inusualmente bajos desde hace algunos meses, las empresas del sector petrolero y gasístico no se han rendido. Aunque ante esta situación, que seguramente será meramente coyuntural, hayan bajado el pistón en algunas zonas, por otro lado, siguen desarrollando nuevos frentes y tratando de llevar a cabo nuevas exploraciones, tanto por tecnologías convencionales como no convencionales (fracking, perforación en aguas profundas, etc.).
En España, además de la multitud de proyectos de fracking presentados en los últimos años, existe un buen número de proyectos planteados para la exploración y posterior explotación de hidrocarburos en aguas profundas en el área balear-levantino-catalán del mar Mediterráneo, en el Cantábrico, o en el Atlántico a la altura de Canarias, amenazando gravemente a su medio ambiente y a su economía, al poner en riesgo la viabilidad de sectores tan estratégicos como el turismo o la pesca. Proyectos, aquellos y estos, auspiciados abiertamente en la anterior legislatura por el ministro de Industria, Energía y Turismo, aún hoy en funciones, José Manuel Soria. También en el país vecino, Portugal, están en tramitación una serie de proyectos en el mar (al sur, en Algarve y Alentejo, y en el norte, cerca de Galicia), que, además de a las suyas propias, tienen capacidad para poner en jaque a nuestras costas.

El propósito final de todos estos proyectos es extraer petróleo en el subsuelo marino, en aguas profundas, por medio de plataformas petrolíferas en alta mar. Proyectos de la misma naturaleza que el que ocasionó el mayor vertido de crudo de la historia: el de la plataforma Deepwater Horizon de British Petroleum en el golfo de México, el 20 de abril de 2010, y que provocó un desastre ambiental y económico sobre la pesca y el turismo, cuyos negativos efectos se prolongarán durante décadas.
¿Es necesario correr en nuestras aguas y costas ese tipo de riesgos catastróficos cuando, con las políticas adecuadas, el ahorro, la eficiencia energética y las energías renovables se podrían satisfacer al 100% nuestras necesidades energéticas, en lugar de los combustibles fósiles, que lamentablemente son la base del consumo energético en la actualidad?
Pero si a alguien este argumento le parece baladí o propio de un escenario energético a muy largo plazo, vayamos a un argumento de indudable peso. Lo verdaderamente importante entonces es que se asuma que el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas ha dejado bien claro que, si queremos impedir el incremento de la temperatura media del Planeta más allá de los 2ºC (a partir de la cual el cambio climático sería catastrófico e irreversible a gran escala), deberíamos dejar sin quemar una gran parte de las reservas disponibles de combustibles fósiles, para no disparar las emisiones de CO2 a la atmósfera. En la misma línea, la Agencia Internacional de la Energía ya calculó en 2012 que por lo menos dos terceras partes de esas reservas tendrían que quedarse bajo tierra. En consecuencia, no tiene ningún sentido seguir buscando nuevos yacimientos de combustibles fósiles.
Es decir, ¿debemos asumir planteamientos cortoplacistas e interesados, como los que promueve el lobby de los hidrocarburos, cuando la Ciencia ha demostrado ya irrefutablemente que resultaría inútil, innecesario y hasta contraproducente seguir apostando por tecnologías caras y peligrosas como las prospecciones petrolíferas en aguas profundas (o el fracking) para buscar nuevos yacimientos, si queremos evitar un cambio climático catastrófico? Este es el quid de la cuestión.

(Flickr / Nestor Galina)
Lamentablemente, ignorando por completo las rotundas recomendaciones del IPCC y otros organismos internacionales, el Gobierno anterior estuvo promoviendo activamente la exploración de hidrocarburos en todo el territorio español, incluidas las aguas bajo su jurisdicción. Es hora de que eso cambie. La ciudadanía, afortunadamente, es cada vez más consciente de estas cuestiones. Así, en las conclusiones del sondeo internacional World Wide Views Climate and Energy (que fue promovido por la ONU y por el gobierno francés de cara a la Cumbre de París sobre cambio climático del pasado mes de diciembre) se muestra que el 69,2% de los españoles aboga por “suspender definitivamente la exploración de todas las reservas de combustibles fósiles”.
Esto ya se ha recogido en algunas recientes propuestas políticas. Así, en la parte energética del documento ‘Un país para la gente. Bases políticas para un gobierno estable y con garantías’, presentado el 15 de febrero pasado por Podemos-En Comú Podem-En Marea se especifica claramente la “prohibición del fracking y de las nuevas exploraciones de hidrocarburos”.
Unos días antes, en el ‘Programa para un gobierno progresista y reformista’, elaborado por el PSOE como punto de partida en las negociaciones con otras fuerzas políticas de cara a la formación de un posible gobierno, se especificaba la frase “prohibir el fracking y nuevas exploraciones de hidrocarburos”. Ciudadanos también suscribió un acuerdo con estos y otros muchos partidos antes de las elecciones generales del 20D para prohibir esta práctica. Lamentablemente, en el ‘Acuerdo para un gobierno reformista y de progreso’ suscrito entre PSOE y Ciudadanos de cara al debate de investidura del líder socialista, Pedro Sánchez, ese compromiso, incomprensiblemente, quedó reducido a un descafeinado “establecer una moratoria durante esta legislatura para las prospecciones con fractura hidráulica (fracking) y restringir las autorizaciones de nuevas exploraciones de gas e hidrocarburos”. Todo parece indicar que los partidos aún son muy permeables a los lobbies de las energías sucias que impiden avanzar hacia la sostenibilidad real del sector energético.
Permitir nuevas exploraciones de hidrocarburos sólo conllevará que se pongan en marcha explotaciones de los yacimientos que eventualmente se pudieran descubrir. Eso imposibilitaría, o al menos ralentizaría de forma significativa, lograr el objetivo fundamental para nuestra propia supervivencia de lograr un sector energético eficiente e inteligente basado al 100% en las energías renovables en el 2050 y libre de energías sucias. No dejemos que los combustibles fósiles se perpetúen en nuestro modelo energético.